La mirada escarchada, capítulo 5.

La hipérbole que resultaba aquel cuerpo para su mente, aquellas pupilas que no podía olvidar, su voz, bañada en timbre dulce y a la vez áspero, el largo pelo en el que deseaba enredarse cada noche, cada mañana, cada día de su vida... No podía esperar a que un capricho del destino los volviera a cruzar, iba a buscarla. 
«—No voy a darte detalles de mi vida, podrías ser un asesino en serie —se mostraba reacia a contestar mis preguntas, sin embargo atacaba su hamburguesa doble con saña.
—Podría serlo... quien sabe.
—Tú lo sabes.
—Y tú podrías averiguarlo —un coqueteo extraño, una situación poco usual dado que nos conocimos pocas horas antes, cuando casi la había matado con mi coche.
—Es algo que tendría que meditar —su sonrisa me enamoró. Sus perfectos dientes, su rudeza, su claridad... su existencia, mi salvación.»
Había pasado una semana desde aquel afortunado accidente, ¿se acordaría de él tanto como él de ella? Quería descubrirlo. Se puso unos jeans desgastados, una camisa de leñador en tonos azules y unas Vans color marino. Temblaba de emoción, de nerviosismo. Montó en el Audi rojo que había comprado hacía varios meses y se quedó agarrado al volante unos minutos, pensativo. Arrancó como de costumbre, rápido, sin miramiento, temerariamente. No observó el entornó, tan solo quería encontrarla, abrazarla, ver si le correspondía. Algo le decía que sí. 
Después de media hora conduciendo, llegó al punto donde todo empezó, aquel paso de cebra que quedó marcado por un extraño sentimiento que lo perseguía cada segundo de sus días. Sin darse cuenta, después de avanzar unas cuantas manzanas hacia la derecha, paró frente a una casa de color beige, de fachada rústica. No sabía como pero una fuerza imperiosa lo había invadido y se vio caminando hacia la puerta principal. Tocó enérgicamente con el puño, la puerta se abrió y, tras ella, la figura con la que había soñado siete días completos lo esperaba expectante frente a él. No pudo reprimirse. La agarró de la cintura, atraiéndola hacia él y la besó, la besó con todas las ganas con las que se puede besar a alguien y no hubo rechazo. Se sintió morir de alegría. Se sintió atado de por vida y no le importaba. Era ella.

«¿Cómo puedo decirle que ya no soy la de antes? Ni siquiera mi mirada es la misma. Conozco más allá de lo que nadie puede imaginar, ver, percibir. Sé que existe el mal y que la luz me salvó... pero sólo me salvó de no morir físicamente, mi alma se fue en el momento en el que conocí el miedo y la muerte que, sin reparos, aquella bestia provocó. Sigo sintiendo miedo pero no por mí. Mi corazón se encoge con fuerza cuando le miro a los ojos, cuando abrazo su esbelto y trabajado físico, cuando acaricio su pelo rubio, cuando me habla de esa forma... ¿Puede tener consecuencias este amor loco que ha nacido sin sentido? ¿Irá aquella sombra a acabar con lo único que me hace sentir viva? No podría soportarlo, pero tampoco quiero ni puedo dejarle ir... me resisto, no quiero. Le protegeré, soy la luz, la luz vence la oscuridad. A las pruebas me remito cuando sigo aquí, convencida de que he vuelto por él.»


No hay comentarios:

Publicar un comentario